lunes, 27 de agosto de 2012

El piano

Tócame fuerte y sin piedad,
me pedía a gritos en su desvelo,
llévame a la infinidad,
del placer de tus manos, al mismo cielo.

Recorre todo mi cuerpo,
con las tibias yemas de tus dedos,
perdamos la noción del tiempo,
contrólame con el poder de tus versos.

Con la llave del trino maldito,
las corcheas de tus mudos respiros
compón a dedo, lengua, carne,
fortissimos, agitatos los gemidos

Alcánzame en presto y un rubato,
tensiona cada cuerda, delinea cada curva,
pisa profundo el pedal del encanto,
sostén la nota larga con gozosa ligadura

Y en dolce canto me derrites,
en dolce canto decrescemos,
culminamos en stacatto,
nuestra obra, nuestro pacto

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