viernes, 7 de marzo de 2014

El domo



Los vientos boreales tienen una aspereza sólo comparable con la lija, podría decirse incluso que así de negra. Es muy extenso el domo, no podría decir con certeza su longitud, incluso pidiéndole ayuda a Newton, no habría manera clara de especificar la distancia, casi podría decirse que  rodeo con pasos infinitos un terreno ilimitado.

Hay algo que me llama mucho la atención mientras cumplo mi condena mítica tan similar a la de Sísifo, quiero decir que, mientras doy vuelta al domo puedo observar al otro lado, una silueta muy móvil –como los copos de nieve-, es una silueta luminosa. Ayer la vi danzando y de la mitad para abajo había una secuencia de movimientos serpentinos, delicados y pronunciados; en cambio, de la parte superior se notaban movimientos un poco más bruscos, movimientos incitantes, tentadores, una recompensa a reclamar una vez encontrara el final del domo.

He estado pensando cómo encontrar la salida, tengo dos opciones: Si el domo es finito, le habré dado un sinfín de vueltas y, naturalmente, he de haber perdido de vista la posible salida, o quizá entrada-detalle para nada inconveniente, pues no afirma la inexistencia de la salida- y para poder salir o entrar, tendré que fijarme muy bien en los rastros que deja el viento helado; si en cambio, el domo es infinito, buscaré llamar la atención de la silueta dándole golpes al domo, no habrá salida visible, pero tendré motivación para buscarla.

Los vientos siguen silbando sus cantares tristes, pero encontré la silueta. Puedo jurar que siento las vibraciones de sus movimientos chocar con el domo y cómo se traducen en notas percutidas, a ritmo detambores nativos. Ahora comienza su danza y me envuelve como una tormenta, su movimiento es vivo como el vuelo de las aves. Golpeo fuerte el domo, siento el frío y los cristales hincarme las manos, la silueta danza con más sutileza, y golpeo con más intensidad, debe oírme, me oye, me oye. Veo que se acerca un poco y la translucidez del domo se convierte en transparencia mientras más rápido se mueve la silueta. Puedo calentar la nieve que me rodea y provocar un caudal de agua hirviente, golpear el domo como un poseído percusionista del ritual, la sangre que derramo es un sacrificio para el éxtasis. La silueta se mueve más cercana y más clara es su imagen, cuatro líneas curvas serpenteantes en la parte superior se enredan entre sí, en cambio parece una columna la parte inferior. Puedo golpear el domo más fuerte y despertarme de mi hipnosis para llamarla al trance, sólo entonces cederé a la sinrazón. La silueta se acerca más y presencio la desgracia: No es una, son dos las siluetas entrelazadas, la sangre sólo para de chorrear cuando el corazón se detiene. Ahora goteo mientras la corriente del caudal me lleva al fin eminente del domo. La salida sólo estaba al renunciar esa carrera, quizá en otra vida haya para mí una silueta.


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