martes, 27 de noviembre de 2012

Paco

Paco se levanta a las seis y media de la mañana, mira el reloj, la inconfundible imagen de una soga de muerte aparece, una manija ahogada en cada segundo ya pasado; Paco va al trabajo -porque le da razón para vivir, la plata no le hace falta-, se sienta en su escritorio, gira su cabeza hacia la ventanilla del edificio y ve miles de gotas lanzarse al finito abismo del piso de la realidad, del asfalto mata sueños... Cae una lágrima, Paco sonríe, aún siente. Paco regresa a su casa y ve a una daga penetrando de la manera más profunda un orificio de vida, la puerta se abre, Paco entra, se encierra, se siente libre.
Paco enciende un cigarro, el humo inunda sus pulmones, la nicotina relaja sus miocitos, tose tose tose, su mano sube al pecho, aprieta, desfallece; Abnegada tu vida inútil, tus suspiros desperdiciados, abnegado eras, Paco.