domingo, 26 de septiembre de 2021

Pensamientos incómodos.


El poder y el erotismo son indisolubles. Entre muchas razones, porq una de las reacciones que podemos tener cuando ejercen sobre nosotres cierto tipo de poder es el deseo, la búsqueda de placer. Me parece que por ahí va el asunto de "dejarse seducir". No es necesaria una "seducción del fascismo a las masas", así de forma general, solo se necesita apelar justo a esa instancia de seducción más óptima, en la que l'agente por sí misme empieza a incorporar dicha relación, deseando activamente esa sumisión, siendo co-productore de la escenificacion político-erótica. El deseo es una de las monedas de cambio del poder. 


El BDSM parece un laboratorio de exploración de las experiencias de erotismo-poder. Siempre suponen un juego con la seducción óptima (minimizar la inversión), una tensión moral (porq sin moral, sin Ley, no hay poder ni autoridad), y un flujo novedoso de deseo que puede o no, replicar formas conservadoras de desear. 


La heterosexualidad monogama, en cambio, mantiene intacta la estructura de flujo del deseo y la explota al tope. Ser monogame es aprender a desear la prisión, el castigo, la vigilancia y el aislamiento: la familia.  Es defender, sin darse cuenta, la legislación sobre los cuerpos, con fines (re)productivos. La instauración de categorías fijas que optimicen la dupla seducción-deseo. Hay una economía del deseo y un deseo económico.

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